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El barro, placer y transmutación
con la alquimia del fuego:
Gustavo Pérez

Angélica Abelleyra
La Jornada, 13 de diciembre de 1996.

Un cúmulo de miniaturas hechas en barro más cuadernos de apuntes, más unas 30 cerámicas y un mural constituyen lo que para Gustavo Pérez es su personal mercado sobre ruedas en la sala 3 de la Biblioteca de México: “la cocina de mi cabeza”, define, en que es posible advertir las Pruebas y errores: el procesocreativo de un ceramista.

Defeño nacido en 1950, Gustavo Pérez empezó a trabajar la cerámica en 1971; antes se interesó lo mismo en la ingeniería que en las matemáticas y la filosofía, pero hace 25 años su encuentro con el barro y con el torno de alfarero delimitó su camino de expresión. Luego de estudiar en la Escuela de Diseño y Artesanías y de convertirse en maestro del mismo centro, trasladó su estancia primero a Querétaro, luego al taller de El tomate, cerca de Xalapa, Veracruz, y a partir de junio de 1992 trabaja en Zoncuantla, en el mismo estado.

De entrada, Gustavo Pérez acepta que frente a la exhibición de apuntes en cerámica “ tengo dudas porque lo importante es el resultado; sin embargo, no pienso que esté carente de sentido: habrá alguien a quien estos tepalcates le provoquen curiosidad y una comprensión mayor de lo que es el oficio de ceramista”.

Desplegadas en vitrinas, algunas al alcance de la mano, las obras datan de 1990. Hay pruebitas en barro y apuntes a lápiz, en tinta a pincel o pluma, y en pastel.

¿Cómo se da el traslado del papel al barro? ¿Cómo decides qué si y qué no se convierte en una pieza de cerámica?
Parto de la idea de que son materiales diferentes e ideas disímbolas, imposibles de traducir. En algunos casos hay momentos en los que el dibujo se traduce en posibilidades de volumen de forma inmediata. Esto me pasa con más frecuencia ahora y lo veo con gusto porque parece que se están juntando los dos desarrollos. Por muchos años el dibujo fue líneas, manchas y color sobre papel; un trabajo en el plano tenía que ver con relieves y tablillas con una caligrafía y una forma de representación, pero en otras ocasiones he dejado al dibujo ser independiente, sin atender a la necesidad de volverlos cerámica.

¿Es una exposición didáctica?
Supongo que exponer el trabajo en una biblioteca como ésta, donde acuden miles de estudiantes, puede ser importante en el sentido de mostrar que el camino es largo y hace falta trabajar mucho en este juego para llegar a conseguir ciertas formas más o menos válidas.

¿Ahora que miras tus bocetos te gustaría dedicarte al dibujo?
Quisiera tener días de 40 horas porque cuando me concentro en dibujar en papel lo disfruto intensamente. El barro es más importante para mí: me plantea los retos más complejos y las posibilidades expresivas más afines con mi sentimiento.
No sé hasta que punto se trate de una fidelidad al oficio, pero pienso seguir en el camino inagotable de la cerámica, donde me falta mucho. Si lo pienso a fondo, me hacen falta muchas horas de trabajo en el torno, muchos experimentos de carácter escultórico y de composición de elementos que hay necesidad de integrar en obras más unificadas que este mercado sobre ruedas.

¿Se te ha ocurrido dejar el barro?
En el caso de volumen no hay otro material que me interese como el barro. Ocasionalmente pienso en formas que podrían ser interesante en madera, en metal, pero no siento una atracción especial por ellos. Cualquiera que haya trabajado a fondo con el barro sabe de los placeres que proporciona. Hay una sensualidad evidente, plasticidad; la posibilidad de dar forma sólo con presión de los dedos y la transmutación, la alquimia que el fuego significa para la tierra. Es una de las actividades que producen más serenidad: es delicioso para tenerlo en las manos y no por excitante, sino por sedante, porque en torno a él hay algo de silencio y de quietud.

Como miembro desde 1994 de la Academia Internacional de la Cerámica, Pérez viajó hace unas semanas a Japón, a una asamblea del organismo. Aprendió a revalorar no sólo la cerámica japonesa en términos generales sino a observar la importancia que ésta tiene en la vida cotidiana. “La presencia del trabajo cerámico en una sociedad no existe en ninguna otra parte del mundo como en Japón. Hay en general un aprecio reducido en Occidente para la cerámica. No me suscribo a esta serie de lamentaciones que hacen muchos ante el oficio; es quejumbroso. Pero sí es una realidad que la atención de la crítica, de los museos y del mercado es menor en Occidente.

“Esto no es gratuito, se da porque existe una utilización de la cerámica en la vida cotidiana. Allá de verdad se come en vasijas hermosas y no hay diferenciación entre el trabajo del ceramista que hace platitos y el que hace una escultura.
“La diferencia, en México el occidente, es el resultado de una pérdida de la sensibilidad que aquí hubo hace siglos respecto de la cerámica. Con la Revolución Industrial, uno de los cambios importantes fue la producción cerámica que se volvió masiva, uniforme, barata y pareció dejar de tener sentido la producción manual y artesanal. Esto no se dio igual en Europa; Francia, Inglaterra y Alemania preservaron la tradición y eso permitió que el renacimiento de la cerámica en este siglo sea más fluido en estos países. No es el caso de México. Por más admiradores que existan de la Talavera poblana y guanajuatense, no son cerámica importante. El único sitio en donde se preservó la tradición fue Tonalá Jalisco y hay que ver las aberraciones de hoy.

¿Por qué se desvalorizó en México?
Es un fenómeno de oferta/demanda. Y en México la oferta es pobre; no ofrece gran cosa en términos de cerámica contemporánea. En vez de rasgarse vestiduras hay que hacer buena cerámica; quizás llegaría a darse una atención, crítica y mercado.

Hablas de lo utilitario de la cerámica, pero tú lo rechazas.
Por cuestiones de tiempo que exige la actividad dejé relegado lo utilitario, pero ahora quiero retomarlo. La visita a Japón me lo cuestionó. En los últimos diez años, lo que queda en mi trabajo de utilitario es una resonancia. Tengo la idea de repensarlo y prestar atención de nuevo a la utilidad de las vasijas. Por más que sea meterse en las honduras y desconsideraciones de la crítica, no me importa. Si es para comer, se dice que no es importante. Sé que sí lo es y confirmé que comer en un plato hermoso incrementa el placer”, cierra el ceramista que presentará a principios del 97 una muestra escultórica en la Galería Juan Martín.

¿Qué diferencia hay entre escultor y ser ceramista?
Ninguna. Es trabajar con el barro, en algunos casos la referencia es una vasija y en otros es un objeto; pero exigen la misma concentración, igual placer y silencio.